lunes, mayo 06, 2013

¿Qué es ser fuerte?

Me asombra cuando la gente me dice que soy fuerte. Siento que soy muy necesitada del Amor de Dios y del apoyo moral de otras personas.

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domingo, diciembre 23, 2012

Deseos de Adviento y Navidad

       Que el Espíritu Santo haya        preñado sus corazones y que el       
Verbo Divino, al hacerse humano,  
 los  renueve por dentro y  lleguen  
  gozosos al Nacimiento.                  

lunes, agosto 13, 2012

Desconcierto.

A veces, me siento como Sheldon Cooper cuando dijo con aire asombrado e interrogante: “No sé lo que indica el protocolo en estos casos: ¿me voy?, ¿me quedo?, ¿les ofrezco una bebida refrescante?”. En mi caso, a partir de un asombro instantáneo, se mezclan reflexiones de consideración a las personas y de principios, junto con sentimientos y esa interrogante predominante sobre qué debo hacer en esa situación.

viernes, diciembre 23, 2011

Feliz Navidad

Nuevamente, les deseo a todos que
el Verbo Encarnado nazca
en el corazón de cada uno;
y que ese recién nacido
los inunde de paz,
los haga sentir dichosos.

jueves, diciembre 24, 2009

Navidad

Les deseo a todos que el Verbo Encarnado nazca en el corazón de cada uno; y que ese recién nacido los inunde de paz, los haga sentir dichosos.

jueves, septiembre 25, 2008

Transitorio

Gracias a Dios, vamos bien, con sustos y angustias que felizmente han pasado.

miércoles, febrero 13, 2008

Alivio

Mi hijo mayor va en franca recuperación, gracias a Dios.

A veces, se cansa mucho y le afectan más los simples resfríos, lo que es esperable, dadas las circunstancias. Ha retornado a una rutina más cercana a lo habitual.

Ahora, siguen la esperanza y mucha disciplina.

domingo, diciembre 23, 2007

¡Hey, Norm!

El tiempo ha sido largo y rápido a la vez, parece imposible y así ha ocurrido. Es como si algunos tramos de tiempo hubiesen pasado en forma vertiginosa; y ciertos sucesos hubiesen cortado la sensación del tiempo, de modo que todo lo que ocurrió antes parece que hubiese pasado muchísimo antes. Muy disparejo.

Los dos ganglios linfáticos con cáncer resultaron ser tres, según me fueron diciendo al pasar los días. Se mantienen la esperanza, el buen pronóstico y la precaución que se debe tener.


Estoy muy agradecida de todos los que me han expresado sus buenos deseos y de todos los que me han ofrecido sus oraciones o deseos de energía cósmica, de los que lo esperaba, como de los que me sorprendieron. ¡Muchas gracias a todos!

Después de algunos análisis y etapas de preparación, el martes 2 de octubre le dieron una tableta de yodo radiactivo a mi hijo mayor y lo tuvieron tres días aislado; sólo veía una mano que dejaba o retiraba una bandeja a las horas de comida; eso sí, tenía televisor, el teléfono de la pieza y su celular funcionando. Como estaba sin tiroides, le quedaban sólo algunos restos y todavía no le habían dado tabletas de tiroxina para compensar, estaba lo suficientemente decaído para que esos tres días fueran aburridos pero no terribles.

Sólo ahora, he sabido que los efectos que pudo apreciarse unos tres días después de haber tomado la tableta: la desaparición de molestias aparentemente inconexas aunque preocupantes que se manifestaban junto con los dolores de cabeza, por una parte; como la pérdida de sabor y olfato que ojalá sean pasajeros por otra; mostraron con certeza que justo antes "tuvo cáncer hasta las orejas".

Según los resultados de los análisis de sangre y algunos otros considerandos, le indicaron que empezara a tomar tiroxina en reemplazo de la tiroides que ya no tiene , el domingo 7 de octubre; ese día, sólo una fracción de la dosis a la que debía llegar en algunos días.

El miércoles 10 de octubre en la tarde se le hizo una exploración de imágenes de todo el cuerpo; fui a retirar el resultado el jueves 11 de octubre en la tarde y me demoré como dos horas y media en hacerlo, de puro susto. A esa fecha, entre la gama amplia de posibilidades, la peor aunque no necesariamente la más probable, era que hubiese tenido cáncer linfático tan avanzado que no hubiese habido tratamiento. Lo tuve como amenaza pendiente, entre el 7 y el 11 de octubre, pero Gonzalo, mi benjamín, deduzco que tuvo que tenerlo como posible desde el 10 de septiembre, día de la operación. Se llevó una mayor cuota de sufrimiento por más tiempo. Felizmente, el resultado mostró que no quedaba cáncer a nivel macroscópico y a nivel microscópico, no se puede saber directamente.

Al ver el informe, vi que los párrafos informativos eran los dos últimos, me pareció que estaba bien. Busqué una sala de espera, llamé por celular a Gonzalo, el penúltimo párrafo bastó para él y su voz se volvió muy sonriente. Dijo que estaba muy bien. En unos pocos días, el enfermo pudo volver a conducir. Estuvo sin hacerlo, poco más de un mes. Lo que es yo , hace años, pero no pierdo la esperanza tampoco, aunque se trata de otro asunto.

Ahora, mi hijo mayor ha tenido 29 sesiones de radioterapia que terminaron el 14 de diciembre, está muy ronco, con la base del cuello de color lila y en parte, la piel herida, muy cansado, le duele tragar agua o lo que sea cuando se le ha pasado el efecto de los analgésicos que le han ido indicando, subiendo la intensidad a medida que aumentaba el número de sesiones de radioterapia realizadas.

Durante sus sesiones de radioterapia a las que quiso ir solo; salía en la mañana temprano, tenía un cierto recreo en que hacía alguna compra o alguna diligencia o daba una vuelta en las mañanas, pero a las doce del día ya debía recogerse, pues no daba más de cansancio. Parece que las mañanas en que se sentía mejor, pudo darle ánimo a otros irradiados, pues supe que un día lo habían saludado: "¡Hey, Norm!" como a un personaje de la serie Cheers que transcurría en un bar y a quien saludaba todo el bar.

Pese a todas las ayudas divinas y humanas, pasé algunas semanas en que no pude reír ni llorar. Volví a reir, leyendo a Dalia, lo que ella llamó: "
Más ración de pataleta (2º parte)"; el humor con que describe las circunstancias que rodearon un hecho muy doloroso, me hizo reir nuevamente. Empecé a llorar nuevamente un fin de semana, estando con mi marido e hijos solteros, viendo un documental que cuenta la construcción del faro de Bell Rock en Escocia, los constructores sufrieron duelos en las temporadas en que podían trabajar en eso; de repente, me di cuenta que me corrían las lágrimas. Después de eso, a pesar de estar en otra etapa de la vida, he estado en un estado emocional más semejante a estar gestando.

Siguen controles, paciencia y esperanza
.

martes, septiembre 18, 2007

Majamama.

Estoy hecha una majamama. Y en este enredo, fabricándome el buen ánimo con todo tipo de actividades, incluso espirituales, a veces creo estar bien y los sucesos de mi vida diaria me indican que no lo estoy. El domingo 9 en la noche, a la salida de misa, casi me atropella un vehículo muy grande. No supe como alcancé a oír el chirrido de los frenos y estuve de un salto en la vereda para la que me faltaban unos tres pasos para llegar. Una vez ahí, caminé un par de pasos muy lentos, asombrada de todo, incluso de mi propia tranquilidad, al menos eso me parecía. Un cuidador de autos en la vereda del frente, me dijo varias frases con tono protector, de las cuales, lo único que distinguí fue que me decía: “¡Nunca más, señora!” Claro, él no tenía un hijo a quien fueran a operar al día siguiente y con tantos problemas aflictivos, de los cuales, gracias a Dios, algunos han ido solucionándose. De todos modos le di las gracias por su preocupación, no sé si habrá podido oírme. También, una vez que crucé ahí que no es lo más seguro, pero no las tenía todas conmigo, ya estaba en la enorme manzana de parcelas, las cuales actualmente, la mayoría se han convertido en pasajes, incluyendo en el que vivo. Interiormente daba gracias a Dios por la escapada. Me sentía inmensamente protegida y no sabía todavía lo que me esperaba al día siguiente. De todos modos, llevaba un mes y medio, sintiéndome más que nunca en las manos de Dios; siempre lo estamos en verdad, mas, en algunas situaciones se siente más.

Ahora, se trataba que desde hacía como un mes y medio, los problemas de salud de mi hijo mayor y sus consecuencias me producían un intenso sufrimiento; le fallaba la tiroides hacía muchos años y nos encontramos entonces sólo con endocrinólogos que no querían compensarle su deficiencia si no adelgazaba antes, lo cual era un disparate, pero yo no lo sabía y él tampoco; y como ya era tan antigua la situación, no se hablaba de eso. Para colmo, unos ocho o nueve años antes de que mi hijo mayor empezara con esos problemas, le creí a un médico que me compensó bien a mí y me respondió al preguntarle, que no debía preocuparme por mis hijos, pues lo mío era una falla genética que se manifestaba sólo en mujeres, al final de la adolescencia o después, y como mis hijos son hombres, no iba a pasarles lo que me había sucedido a mí; ya que yo misma estuve viviendo desde mis diecinueve a mis treinta y cuatro años, una situación en que me recetaban Proloid que era un chancado de tiroides de oveja, en tabletas; y luego me lo desaconsejaban diciéndome que podía hacerme daño. Cuando tenía veinte años, un médico que me mantuvo bien, me dijo al recetarme: “Todo su organismo está funcionando un sesenta por ciento.” Desgraciadamente, no lo volví a encontrar, pues me atendía en un servicio donde me veía el médico que me tocaba. Aunque después, en otra etapa de libre elección, la situación fundamental no varió: los médicos que mejor me mantenían por un tiempo, después se desdecían a sí mismos. El resultado final que se pudo apreciar después de esos quince años, fue que tuve buenas temporadas cuando tomaba esas tabletas y malas cuando no las tomaba, y en estas últimas, me desesperaba mi propia lentitud y tomaba mucho café para espantar el sueño que sentía, pero no bastaba: no lograba funcionar normalmente; incluso una vez, para rendir una prueba en la universidad, cuando estaba en una de esas temporadas malas, tomé Ritalin antes de la prueba y fue espantoso: se me aceleró muchísimo el corazón, entré en una especie de delirio y respondí puros disparates que jamás habría escrito en estado no delirante, cuando salí de la sala, me alejé unos pasos y bajé unos peldaños para salir del edificio, me di cuenta horrorizada de lo que había escrito. Esos quince años quedaron felizmente atrás cuando empezaron a recetarme levotiroxina, después de exámenes clínicos diversos, muchos de los cuales no existían cuando empecé con mis problemas de este tipo. Lo que sí me habían repetido varias veces, en los primeros seis años, fue beber en ayunas un agua con isótopo radiactivo de yodo 131, para luego detectarlo a través de una lámina de un material cristalizado, traslúcido a simple vista. Ahora, me han dicho que se ha encontrado que eso no sirve tanto para el diagnóstico como se creía entonces y que debe haberme destruido más la tiroides. También supe, poco después de tener a mi tercer hijo, a quien la neonatóloga le encontró signos de madre hipotiroídea, que me sentía mejor en los últimos meses de cada gestación porque si la tiroides mía no funcionaba lo suficiente (con tabletas o no), entonces la tiroides de mi hijo en el vientre, trabajaba para mí. Nunca antes lo sospeché siquiera.

Ni siquiera dudé de lo libres que estuvieran mis hijos de esto, cuando el mismo médico que me dijo que se manifestaba sólo en mujeres, me dijo terminantemente, en el mismo grupo de no más de tres años, que no existía cáncer mamario antes de los cuarenta años; y entonces, a pesar de que no me atreví a decirle nada, pensé irónicamente, si la hermana menor de mi mamá, a quien le extirparon las mamas por un cáncer mamario a sus treinta y un años, y a pesar de eso, murió de la metástasis, un mes y medio antes de cumplir treinta y tres años; habría sido un punto de error experimental en vez de un ser humano. Lo curioso, es que no dudé de ninguna de sus otras afirmaciones, ni siquiera como un ejercicio mental.

El lunes 10, en la tiroidectomía total programada, se encontró cáncer en el nódulo mayor de los que tenía mi hijo mayor en la tiroides, le extirparon además, dos ganglios que también estaban afectados, le rasparon la tráquea, y le sacaron el tejido graso circundante, incluyendo la paratiroides del lado canceroso. Fue una sorpresa indeseada. Ahora sigue, esperanza y mucho qué hacer y precaución. Espero en Dios que todo se resuelva bien.

domingo, junio 17, 2007

Cuerpo espiritual.

Vivo con el horario de sueño y actividades desplazado. En parte, esto me dificulta la comunicación con los familiares que quiero y que no viven en mi misma casa; y con los amigos. Tampoco la impide, en realidad. Quizás por eso, no me preocupa mucho, porque estoy segura que los pensamientos de afecto dirigidos a ellos, se transforman en una lluvia de bendiciones que les llegan. Además, el frío intenso de estas últimas tres semanas ha sido una carga más en la vida diaria que se suma a las limitaciones del transporte.
En esto, hace un par de días, al tratar de saber como estaban unos sobrinos nietos regalones míos, no pude saber de ellos y me enteré que había muerto repentinamente tía Mafalda quien estrictamente hablando, no era tía mía sino de unos primos míos, aunque muy cariñosa y acogedora conmigo y con otras personas; y muy valiente en todos los dolores que le tocaron en su vida. Todavía me parece irreal que haya muerto. Me consuela bastante pensar que ahora vive fuera de las ataduras de la materia y del tiempo, realmente un espíritu libre o cuerpo espiritual. A veces, cuando ha muerto alguien que ha sido bueno conmigo y que ha inspirado mi afecto, he sentido una gran dulzura junto con recordarlo vivamente, antes de saber la noticia. Eso fue mucho más intenso, a un grado inefable, cuando murió mi papá. En cambio, en otras ocasiones, cuando ha muerto alguna persona que ha sido mala conmigo, la he recordado sintiendo mucho desasosiego aunque hiciera mucho tiempo que no hubiese pensado en ella, sin saber todavía lo que ocurría. También, me pasó una vez en que estaba en una temporada más orante que de costumbre, que una mañana muy temprano, sentí como obligación urgente, llamar a un primo mío que vive a cientos de kilómetros de acá, aunque me daba bastante vergüenza hacerlo a esa hora: sabía que debía estar por salir hacia su trabajo, muy cerca de donde vive; lo llamé y su mamá, tía mía, había muerto hacía dos días y medio; el funeral había sido la tarde anterior y habían estado sus cuatro hijos muy solos, pese a tener sus familias, quizás por las enfermedades propias del invierno. A la noche siguiente, soñé que esa tía me regaloneaba aunque nunca fue su modo durante su vida. Todo esto me llena de esperanza, pues cura incluso lo que estuvo mal en la vida. En el caso de tía Mafalda aunque mi relación fue más circunstancial, estuvo plena de calidez y acogida. Siento pena y esperanza. Como un llanto dulce y triste a la vez.

martes, mayo 08, 2007

Mi cumpleaños.

Muchas veces quiero escribir y no está disponible este computador o la pieza en que está; o lo está por tiempo suficiente para leer o mirar imágenes, a veces: apresuradamente, otras: en un recorrido extenso o más profundo; siempre con atención; generalmente: insuficiente para escribir. Prefiero contemplar y comentar.

Ahora cumplo en forma algo atrasada con un sabio consejo, recibido entre dieciocho y dieciseis años atrás: que anunciara mi cumpleaños con una semana de anticipación; por las prisas no alcanzo a escribir más.

Mi cumpleaños es el próximo sábado 12 de mayo y esa mañana, mi hijo menor quien me lleva al cine cuando puede, empieza un turno hospitalario de 24 horas. La última vez, hace meses, me llevó a ver "Volver" de Almodóvar. Salvo una escena que la encontré de más, gocé cada escena en conjunto: personajes y escenario; y hasta el último detalle, como una fuente de cerámica con verduras, por ejemplo. Gonzalo dijo: "Yo sabía que le iba a encantar porque tiene esa estética española que tanto le gusta a la mamá (o sea, yo)." Lo que no impide que me gusten también otras ambientaciones, como la de los ambientes rurales ingleses, por ejemplo. Mis hijos suelen ver un programa de cine de un crítico español, al que consideran mucho.



Nota: Por haberlo escrito inicialmente con premura, hube de modificar el primer párrafo.


domingo, febrero 11, 2007

Estupor.

Hubo otro miedo enorme que se esfumó felizmente; en este caso, sin que pueda precisar un día o suceso determinado.

Hasta un poco más de un mes después de cumplir nueve años, me aterrorizaba que me fuesen a poner inyecciones. Entonces, después de haber andado arrastrándome penosamente desde el inicio de clases, es decir, desde unos dos meses antes de mi cumpleaños; llegó un día en que no pude sentarme siquiera en la cama, todavía en mi casa, por más que quisiera, incapacidad que persistió una semana durante la que me trasladaron de cama a la casa de al lado, debido a que mi mamá en su trabajo, cambiaba de ciudad, los médicos desaconsejaron el viaje para mí y los tíos tuvieron la bondad de ofrecer cuidarme en su casa, en vez de que me llevaran al hospital; empezaron a ponerme un mínimo de dos inyecciones diarias, durante más de dos meses y no tuve mayores problemas con eso. Muy contrastante con mi sentir inmediatamente anterior, así fue. Tal vez, ocurrió así porque la persona que me las puso fue mi tía Ernestina que en realidad no era tía mía y sí, muy querida por mí. Mi abatimiento físico no era anímico. Me sentí indignada con unas viejecitas que fueron a sentarse a cierta distancia del pie de la cama que ocupé en la casa de mi tía Ernestina, moviendo la cabeza y haciendo aspavientos como si mi muerte fuese inminente. Pensé: “¡¡No pienso morirme!!”

En cambio, unos dos meses antes de cumplir seis años, cuando iban a empezar las clases o lo que es lo mismo, regresando de más al sur; tuve alguna peste o algo que no supe qué, me sentía bien; no me permitieron ir a clases, a pesar de que andaba en pie y con buen ánimo. Desde que recuerdo, el hueco de mi ventana era para mí como mi estrado. Tenía ahí una piel de cabrito blanca que cabía holgadamente en él: era mi alfombra para sentarme con las piernas cruzadas o tenderme de bruces, con mis muñecos o mis libros; cuando más pequeña sólo veía las ilustraciones, evocando vívidamente lo que me habían leído. Durante esta enfermedad tan mentirosa en que no me sentí mal, un practicante iba, cada tarde, a ponerme una inyección. Me aterrorizaba tanto que cada vez, acechaba al practicante desde una esquina del hueco de mi ventana, para ver más lejos, miraba hacia mi izquierda hasta que lo divisaba a través de los visillos, venir caminando por la vereda del frente, casi una cuadra antes de llegar a mi casa. En cuanto lo veía, corría a esconderme; pero siempre me encontraban, por más que variara los escondites. Podía hacerlo debajo de las camas, arriba de un ropero porque era muy ágil, como un gato; o dentro del mismo; no me faltaban lugares en que cupiera hecha un ovillo. No había caso.

Hacia fines del mismo año en que cumplí seis años, con tiempo cálido; vacunaron a todos los niños en la Anexa, menos a mí, a causa de ese terror. Ese año nos tocó una sala que abría sus puertas al centro del tramo de corredor al sur del primer patio y la vacunación fue en la sala de la quinta de la que ya dije en otra ocasión que tenía ventanas a ambos patios. Estaba tan aterrorizada que no quería ir. La señorita Betty, mi profesora de ese año quien fue también la persona a la que me haya aferrado con más desesperación: la adoraba; intentó llevarme por el tramo de corredor relativamente corto hasta la puerta de la sala de la quinta, traté desesperadamente de adherirme a las baldosas, me arrastró por parte del corredor y finalmente, me dejó. Luego, refugiada en el primer patio, intentando no estar en el corredor, ví por una ventana abierta de la sala de la quinta preparatoria que mi compañero de curso Tristán, de ojos y cabello claros, estiraba tranquilamente un brazo, lo pinchaban y seguía tan sereno. No podía creer lo que estaba viendo. Mi estupor fue total.

sábado, diciembre 30, 2006

Una sanación animal y divina.

Desde que tengo conciencia, es decir desde mis dos años y medio, hasta que tuve unos treinta años, sufrí un miedo exagerado e irracional a los perros; no me refiero a una precaución razonable sino a algo muy posesivo de mis reacciones.

Cuando tenía siete años viví una de las experiencias más notables debido a ese pánico profundo. En las preparatorias que estaban en una esquina sur-oriente de la respectiva manzana, en una casa colonial auténtica, en mi querida ciudad cordillerana de provincia, porque ahí, lo que en otros lados se siente como terremoto, no pasa de sentirse como temblor, debido a la estructura geológica. En el hemisferio sur donde vivo, el sur de una construcción es donde está siempre en sombra. La puerta de entrada se abría hacia el oriente; el segundo patio estaba al poniente del primero, la esquina nor-poniente del segundo patio era el único rincón de los perímetros de ambos patios que no tenía corredores. En el segundo patio estaba como única sala de clases: la que me tocó ese año, también estaban las dependencias donde las alumnas de las humanidades que tenían clases a unas cinco cuadras de ahí, iban a hacer su clase de "economía doméstica", es decir, iban a la casa de las preparatorias o "Anexa", sólo a sus clases de cocina con los accesorios que para mí eran como un disfraz muy entretenido; también en ese segundo patio estaban los baños al costado norte y en el pedazo de corredor hacia el poniente, podíamos jugar ping-pong; el suelo era de tierra con piedras de huevillo dispersas porque toda la tierra de la ciudad era así; y sin vegetación; en tanto que en el primer patio donde los corredores al costado norte del patio y parte norte del poniente habían sido transformados en galería; estaban las puertas de casi todas las otras salas de preparatorias y de sección técnica femenina que enseñaba costuras y tejidos, también de la inspectoría; tenía un hermoso empedrado de huevillo con las piedras colocadas como cuadriculado en casi toda su extensión y en forma radial alrededor de unos pequeños círculos de tierra que habían sido dejados para poner arbustos; sólo algunos estaban ocupados y sí había un camelio que yo, simplemente, adoraba. Solía haber más sombra agradable en el primer patio. La sala de la quinta preparatoria tenía ventanas a ambos patios y su puerta estaba en el pedazo del corredor al sur de los dos patios que era como un túnel entre ellos. La puerta de la sala que nos tocó ese año estaba a pocos pasos hacia el poniente, apenas saliendo del túnel. El rincón sin corredores quedaba prácticamente en diagonal respecto a la puerta de nuestra sala que además tenía el piso como un peldaño más abajo que el corredor. Todas las casas coloniales tenían entradas elevadas sobre la calle y estaban construidas de modo que no les entrara agua en algunos inviernos, cuando se desbordaba el río que corre al sur de la ciudad y en realidad es como la mayoría de los ríos chilenos "cortos, correntosos y de poco caudal", debido a la corta distancia y enorme desnivel entre la cordillera y el mar; lo mismo hace que en inviernos lluviosos en el valle y nevosos en la cordillera, los ríos se transformen en lagos pasajeros; entonces, al quedar la ciudad sumergida en ese verdadero lago, no entraba ni una gota de agua en las casas auténticamente coloniales, debido a sus puertas elevadas sobre el nivel de las calles, sus cimientos y parte baja de las paredes exteriores, embreados; en fin, debe haber sido una lección que aprendieron los primeros colonos y que fructificó después.
En ese rincón del patio sin corredores, un compañero de curso, ya que los primeros cursos eran mixtos; me asustó con un perro que yo jamás había visto; salí corriendo, veloz y aterrorizada, cruzando en diagonal ese segundo patio; el impulso y los desniveles hicieron que al huir, buscando refugio en mi sala, no tocara el suelo al entrar; pasé como celaje sobre las mesas y llegué rápidamente al hueco de la ventana de mi sala que daba hacia el sur, tenía barrotes, era grande para un niño como todos en las ventanas de esas casas con paredes exteriores muy gruesas y estaba a bastante altura sobre el suelo, más arriba de la superficie de las mesas de la sala de clases. En primera instancia se interpretó como un desorden mío. Creo que el mal entendido se aclaró muy pronto.

Cuando tenía no menos de treinta ni más de treinta y un años, lo que puedo ubicar debido a otras circunstancias, en Santiago donde vivo desde dos meses antes de cumplir diecisiete años, vivía entonces en un conjunto formado por dos patios largos de norte a sur, entre tres edificios que tenían el extremo sur hacia el muro del fondo del conjunto y el norte hacia la vereda, de excelente calidad de construcción, con paredes muy sólidas como divisiones interiores de los departamentos, aunque sin estacionamiento, debido a la fecha en que se construyeron en que no se consideraba ese aspecto: habría sido futurista. Teníamos entrada al departamento en que vivíamos por un patio y los ventanales hacia otro. Para tender ropa lavada, siendo dos adultos con dos niños pequeños y viviendo en un primer piso, debía hacerlo bajo el balcón del segundo piso, en el rincón sur-poniente del patio al que daban nuestras ventanas que ocupaban todo el largo de ese costado del departamento entre ciertas alturas, y eran enrejadas; para eso, debía poner un tiesto con la ropa en una ventana y dar la vuelta, pasando unos pocos metros por la vereda para entrar al otro patio donde tenía unos secadores. En otro costado de la misma manzana, había un estacionamiento administrado por un matrimonio de ancianos que todavía vivían buenos tiempos. Iba yo caminando esos pasos por la vereda, dirigiéndome a colgar ropa, cuando uno de los perros del estacionamiento, que era muy grande y claro, pone sus patas delanteras en mis hombros y me da un gran lengüetazo en la cara. Alcancé a decir, "¡Oh!" y en seguida, ese miedo que me había dificultado tantos años de mi vida, desapareció como por encanto y para siempre. El cariño de un animal y la misericordia divina hicieron que esa sanación fuera profunda y definitiva.

jueves, octubre 26, 2006

Comienzos de mis recuerdos.


Lo que creo son mis recuerdos más lejanos se refieren a mi hospitalización por el tifus cuando tenía dos años y siete meses. Estaba en una cama, para mí: gigante, aunque se supone que estaba en el Pensionado del Hospital Arriarán que es de niños; muchos años después, la hermana mayor de mi papá me dijo que no había cupo cuando llegué muy mal y me pusieron en una cama para adultos. Hacia los pies de la cama y hacia la derecha estando tendida de espaldas, había una ventana pero yo no podía sentarme aunque quisiera, por lo débil (tal como cuando caí enferma de tuberculosis a los nueve años) y sólo podía pensar que cuando pudiera caminar me iba a escapar por esa ventana. Cuando ¡por fin! pude sostenerme en mis piernas, caminé por la cama, desde la almohada hasta los pies y vi con espanto que estaba en un piso alto. Hacia la izquierda, si estaba tendida de espaldas en la cama, había una puerta. Una vez que se acercaron varias personas de delantal blanco a mi cama, había una mujer tan pequeñita con respecto a los demás que la sentí mi semejante, esperé que estuviera bien cerca para tomarla del delantal e impedir que se fuera y no podía entender por qué los demás se reían. Para mí era una situación aflictiva.

sábado, septiembre 02, 2006

Una calurosa tarde madrileña.


Ahora que los hermanos mejicanos están viviendo tiempos tempestuosos, según entiendo de los noticiarios; comparto un recuerdo muy agradable de un caballero mejicano.

Mi tío Herminio era tío político, padre de primas queridísimas por mí; y por su interesante conversación que además de agradar, hacía pensar que hubiese sido un excelente académico, sus colecciones de pintura y música que yo también pude disfrutar; y sobretodo, por su bondad, fue la imagen afectiva más parecida a mi papá y sus hermanos.

En Madrid, durante el invierno chileno de 1982 (verano madrileño), estuve con mi hijo Gonzalo, entonces de dos años, y con mi marido, dentro de una gran sala de cielo raso muy alto, para un trámite. Había gente con pasaportes de diferentes países; un ciudadano mejicano de pelo cano, muy parecido al tío Herminio, a la primera impresión, a pesar de no ser tan delgado; me ofreció sonriente y cortés, un lugar que yo acepté y agradecí, quedando con mi trámite hecho prontamente. Me parece que era la revisión de la visa a Francia y mi marido sólo me acompañaba, mirándonos desde fuera de la cola, ya que tenía revisada la suya. Sólo después que estuvimos en la calle, mi marido me dijo que mucha gente había protestado (como la gente allá es muy extrovertida comparada con acá, no me llamó la atención) porque este señor me dio galantemente, un lugar que no tenía. Como yo estaba impresionada con el parecido con el tío Herminio que ya había muerto a esa fecha, además de estar pendiente de Gonzalo, no me dí cuenta de la situación y el caballeroso ciudadano mejicano se divirtió bastante.

sábado, mayo 20, 2006

Juicio.


El buen juicio viene de la experiencia. Y la experiencia viene del mal juicio.

Taz, el monstruo de Tasmania.

sábado, marzo 04, 2006

Rosa blanca




José Martí escribió:

Cultivo una rosa blanca
en julio como en enero,
para el amigo sincero
que me da su mano franca.
Y para el cruel que me arranca
el corazón con que vivo,
cardo ni ortiga cultivo.
Cultivo una rosa blanca.


Creo que yo, a pesar de mi voluntad que creo que es buena, sólo alcanzo a entregarle a Dios la justicia y tratar de desentenderme yo, o sea, no cultivo ni cardos ni ortigas pero no alcanzo a cultivar la rosa blanca a quienes me hayan hecho mal.

domingo, noviembre 27, 2005

Lo que es un poeta

Esto se me ocurrió mientras tendía ropa. Había redactado mentalmente diferentes entradas a este "blog", durante un mes y medio, apoyadas en citas, según el caso: de Santiago Ramón y Cajal, Khalil Gibran, Robert Louis Stevenson y un poeta cuyo nombre no recuerdo; y aún más. La razón de apoyarme en citas es porque encuentro que algunas de esas personas han expresado mejor que lo que yo puedo hacer, algo que yo he sentido; o bien, otras me proporcionan un punto de apoyo desde donde puedo expresar mis coincidencias y divergencias con lo que han dicho. No me atrevía a escribirlos finalmente, encontrando que cuando trato de hablar de los "movimientos del alma", no me sale el estilo adecuado para el caso, inhibiéndome aún más la riqueza expresiva que he encontrado en algunos "blogs". Finalmente, recordé en una tarea relajada algo que expresa que aunque soy desde siempre, lectora apasionada y memorizadora espontánea de poesía que siento que impregna mi vida misma, mi habilidad no es la creación. Y mis habilidades centrales son de otras áreas. El trozo es del poeta Diego Dublé Urrutia y lo reproduzco de memoria porque no encuentro el libro que pudiera citarlo con exactitud. Por lo dicho, no sé cuán inexacta pueda ser esta cita.


Lo que es un poeta.
¿Qué es un poeta? ¿Un poeta debe o no escribir versos? Un poeta puede serlo aunque no haya escrito nunca ni en verso ni en prosa. Un poeta es un hombre o una mujer, un viejo o un niño en cuyo corazón, como el perfume en una rosa o la luz en una estrella reside el amor. El amor, es decir, todos los amores, desde el de Dios hasta el de la pobre bestia que Francisco de Asís, el más puro entre los poetas, llamó su hermana, hasta el de la piedra, la luz, la flor y el aire.

sábado, octubre 08, 2005

Taller de blog


Este blog todavía no tiene misión definida.