sábado, septiembre 02, 2006

Una calurosa tarde madrileña.


Ahora que los hermanos mejicanos están viviendo tiempos tempestuosos, según entiendo de los noticiarios; comparto un recuerdo muy agradable de un caballero mejicano.

Mi tío Herminio era tío político, padre de primas queridísimas por mí; y por su interesante conversación que además de agradar, hacía pensar que hubiese sido un excelente académico, sus colecciones de pintura y música que yo también pude disfrutar; y sobretodo, por su bondad, fue la imagen afectiva más parecida a mi papá y sus hermanos.

En Madrid, durante el invierno chileno de 1982 (verano madrileño), estuve con mi hijo Gonzalo, entonces de dos años, y con mi marido, dentro de una gran sala de cielo raso muy alto, para un trámite. Había gente con pasaportes de diferentes países; un ciudadano mejicano de pelo cano, muy parecido al tío Herminio, a la primera impresión, a pesar de no ser tan delgado; me ofreció sonriente y cortés, un lugar que yo acepté y agradecí, quedando con mi trámite hecho prontamente. Me parece que era la revisión de la visa a Francia y mi marido sólo me acompañaba, mirándonos desde fuera de la cola, ya que tenía revisada la suya. Sólo después que estuvimos en la calle, mi marido me dijo que mucha gente había protestado (como la gente allá es muy extrovertida comparada con acá, no me llamó la atención) porque este señor me dio galantemente, un lugar que no tenía. Como yo estaba impresionada con el parecido con el tío Herminio que ya había muerto a esa fecha, además de estar pendiente de Gonzalo, no me dí cuenta de la situación y el caballeroso ciudadano mejicano se divirtió bastante.