domingo, diciembre 23, 2007

¡Hey, Norm!

El tiempo ha sido largo y rápido a la vez, parece imposible y así ha ocurrido. Es como si algunos tramos de tiempo hubiesen pasado en forma vertiginosa; y ciertos sucesos hubiesen cortado la sensación del tiempo, de modo que todo lo que ocurrió antes parece que hubiese pasado muchísimo antes. Muy disparejo.

Los dos ganglios linfáticos con cáncer resultaron ser tres, según me fueron diciendo al pasar los días. Se mantienen la esperanza, el buen pronóstico y la precaución que se debe tener.


Estoy muy agradecida de todos los que me han expresado sus buenos deseos y de todos los que me han ofrecido sus oraciones o deseos de energía cósmica, de los que lo esperaba, como de los que me sorprendieron. ¡Muchas gracias a todos!

Después de algunos análisis y etapas de preparación, el martes 2 de octubre le dieron una tableta de yodo radiactivo a mi hijo mayor y lo tuvieron tres días aislado; sólo veía una mano que dejaba o retiraba una bandeja a las horas de comida; eso sí, tenía televisor, el teléfono de la pieza y su celular funcionando. Como estaba sin tiroides, le quedaban sólo algunos restos y todavía no le habían dado tabletas de tiroxina para compensar, estaba lo suficientemente decaído para que esos tres días fueran aburridos pero no terribles.

Sólo ahora, he sabido que los efectos que pudo apreciarse unos tres días después de haber tomado la tableta: la desaparición de molestias aparentemente inconexas aunque preocupantes que se manifestaban junto con los dolores de cabeza, por una parte; como la pérdida de sabor y olfato que ojalá sean pasajeros por otra; mostraron con certeza que justo antes "tuvo cáncer hasta las orejas".

Según los resultados de los análisis de sangre y algunos otros considerandos, le indicaron que empezara a tomar tiroxina en reemplazo de la tiroides que ya no tiene , el domingo 7 de octubre; ese día, sólo una fracción de la dosis a la que debía llegar en algunos días.

El miércoles 10 de octubre en la tarde se le hizo una exploración de imágenes de todo el cuerpo; fui a retirar el resultado el jueves 11 de octubre en la tarde y me demoré como dos horas y media en hacerlo, de puro susto. A esa fecha, entre la gama amplia de posibilidades, la peor aunque no necesariamente la más probable, era que hubiese tenido cáncer linfático tan avanzado que no hubiese habido tratamiento. Lo tuve como amenaza pendiente, entre el 7 y el 11 de octubre, pero Gonzalo, mi benjamín, deduzco que tuvo que tenerlo como posible desde el 10 de septiembre, día de la operación. Se llevó una mayor cuota de sufrimiento por más tiempo. Felizmente, el resultado mostró que no quedaba cáncer a nivel macroscópico y a nivel microscópico, no se puede saber directamente.

Al ver el informe, vi que los párrafos informativos eran los dos últimos, me pareció que estaba bien. Busqué una sala de espera, llamé por celular a Gonzalo, el penúltimo párrafo bastó para él y su voz se volvió muy sonriente. Dijo que estaba muy bien. En unos pocos días, el enfermo pudo volver a conducir. Estuvo sin hacerlo, poco más de un mes. Lo que es yo , hace años, pero no pierdo la esperanza tampoco, aunque se trata de otro asunto.

Ahora, mi hijo mayor ha tenido 29 sesiones de radioterapia que terminaron el 14 de diciembre, está muy ronco, con la base del cuello de color lila y en parte, la piel herida, muy cansado, le duele tragar agua o lo que sea cuando se le ha pasado el efecto de los analgésicos que le han ido indicando, subiendo la intensidad a medida que aumentaba el número de sesiones de radioterapia realizadas.

Durante sus sesiones de radioterapia a las que quiso ir solo; salía en la mañana temprano, tenía un cierto recreo en que hacía alguna compra o alguna diligencia o daba una vuelta en las mañanas, pero a las doce del día ya debía recogerse, pues no daba más de cansancio. Parece que las mañanas en que se sentía mejor, pudo darle ánimo a otros irradiados, pues supe que un día lo habían saludado: "¡Hey, Norm!" como a un personaje de la serie Cheers que transcurría en un bar y a quien saludaba todo el bar.

Pese a todas las ayudas divinas y humanas, pasé algunas semanas en que no pude reír ni llorar. Volví a reir, leyendo a Dalia, lo que ella llamó: "
Más ración de pataleta (2º parte)"; el humor con que describe las circunstancias que rodearon un hecho muy doloroso, me hizo reir nuevamente. Empecé a llorar nuevamente un fin de semana, estando con mi marido e hijos solteros, viendo un documental que cuenta la construcción del faro de Bell Rock en Escocia, los constructores sufrieron duelos en las temporadas en que podían trabajar en eso; de repente, me di cuenta que me corrían las lágrimas. Después de eso, a pesar de estar en otra etapa de la vida, he estado en un estado emocional más semejante a estar gestando.

Siguen controles, paciencia y esperanza
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